EL SONIDO DE LOS PASOS

Esta mañana, entre dormida y despierta en la cama, en ese estado que “no sabes si sabes”, he escuchado el sonido de los pasos. Pasos misteriosos pero firmes como viniendo hacia mí. Esos pasos me alzaban, me llevaban, me reconducían entre sueños, hacia un destino que no conocía.

Presa del temor a lo desconocido, sentí el pánico de creerme impotente, sin poder para controlar el acontecer. Entonces, mi mente se adueñó de mí. Pensamientos de misterio, de muerte, de terror y de fin.

Entre las sombras nocturnas y el día que asomaba, en ese punto intermedio donde aún no has despertado pero estás en el umbral de hacerlo, es cuando me encontré leyendo una hoja amarillenta escrita en tinta, como esos escritos antiguos, de otras épocas.

Entre hojas en bronce, bajo el cielo,

la calle y las huellas de antaño

que hablan del pasado, de risas y cuentos

de gigantes señores, con olor a juego.

Hay música en los labios, recuerdos de niña

un son de alegría, con rondas

sin prisa y colores amores

que pintan arcoiris de inocencia.

Me echo a reír de las travesuras

cual viaje de ida al mundo de ensueño

de toboganes y picardía.

Me echo a reír de los sueños

y el sonido de los pasos

en noches oscuras de pesadillas.

Al finalizar la lectura supe que la niña aún permanecía ahí. La creí muerta, desaparecida. Pero todavía estaba viva en los sueños de sueños, cuando las realidades se confundían. La niña que conectaba con las voces y los pasos nocturnos, continuaba allí, junto a mi cama.

El miedo tiene mil disfraces, mil personificaciones y sale a escena todas las veces que uno así se lo permita. Encatado, representa uno y todos los roles para poder conseguir lo que se propone. ¿Y cuál es su propósito? Distraernos para no ver.

Al comenzar el día, el reloj marca la hora y su canto. Ya es hora de comenzar la actividad en el mundo que vemos. Me levanto y camino. Atrás había quedado, sin saberlo, aún viva, riendo y llorando, la niña.

Silvina Garrido Hermann

Spread the love