LA LOCA DE LA CASA

Indudablemente “la demencia” se manifiesta en todo tipo de forma en este mundo, reflejo de la mente que divide, separa, ataca y genera sufrimiento constante.

España entra en la esperada y definida “nueva normalidad” a partir de este lunes. Y en sus calles ya se empieza a respirar este escenario diferente pero similar también. Y similar, porque “la locura” de ir corriendo de aquí para allá, como individuos enajenados, totalmente sumergidos en el estrés, esta enfermedad mental del siglo XXI, ya se percibe nuevamente en las calles.

Es como si hubiera habido una pausa en el rodaje de la película y ahora alguien puso “play” nuevamente y otra vez la gente caminando perdida, sin consciencia del “ahora”. Así vamos los humanos en pos de un salario parar poder comer – los que tienen suerte- , pagando deudas contraídas durante el coronavirus de alquileres o hipotecas, blandiendo “espadas imaginarias” contra todos aquellos que amenazan cierta estabilidad. El virus ya casi no se recuerda, excepto al mirar la televisión, leer los diarios y al hacer uso de las mascarillas en los espacios públicos. La mayoría quiere ver atrás al Covid-19, pero aún no se ha podido anunciar el tan esperado mensaje oficial “contagios cero”.

Y al hablar del “bicho” – como dicen algunos -, continúan las hipótesis sobre cómo se habría generado, si fue involuntario o “maliciosamente” fabricado. En tal sentido, Rusia apunta ahora a un laboratorio estadounidense ubicado en Georgia. Acusa a este país de realizar experimentos peligrosos en el Laboratorio Lugar, un centro financiado por Estados Unidos, señalado por ese país como el origen del coronavirus. Los dardos se dirigían hacia China y ahora giran hacia al país norteamericano. Lo cierto es que, según desde donde se observe, cambian de dirección. Es así que las acusaciones van y vienen de Oriente a Occidente y viceversa, como escenario de un mundo de opuestos que se expresa continuamente, en pensamiento y en forma.

En medio de todo, los europeos ahora solo piensan en modo “verano”. Los que pueden. Viven sus días pensando en la playa y las terrazas. Quieren dejar atrás el encierro de cuerpos – como si la libertad fuera solo de movimiento -. En tanto, otros siguen sufriendo las consecuencias económicas y sociales generadas por este “antes y después”.

A todo este panorama, en la calle continúan los “sin techo”. Esos que no se miran pero están. Duermen en la calle, en bancos de plazas, en entradas de edificios o simplemente en la acera. Esos hombres y mujeres que nadie sabe su dolor, sus historias de vulnerabilidad y desapego. Están allí pero son invisibles al mundo, porque verlos “molesta”. Porque al verlos, el espejo muestra la total insensibilidad reflejada. El espejo muestra la falta de amor, y la elección por el ego enjuiciando y desviando la vista hacia otro lado, “más placentero”.

Esos “no vistos”, sin embargo, fueron vistos por “un innombrable” que blandiendo un palo de metal, con manos asesinas, aprovechando el confinamiento extremo de los primeros meses, habría asesinado a golpes a estos “sin techo” cuando dormían. Como contaron los diarios de esta semana, los Mossos d’Esquadra detuvieron a un hombre de 35 años, oriundo de Brasil, sospechoso de ser el asesino en serie de personas sin techo en Barcelona. Un vecino alertó a la policía de que había visto a un hombre agredir a una persona que dormía en la calle, muy cerca de la Sagrada Familia, – paradójicamente o no -. Los Mossos buscaban desde el 18 de abril a un posible asesino en serie de indigentes que ya había matado a dos personas y era sospechoso de una tercera muerte. Unos pocos conocidos del presunto asesino, que habría llegado a Barcelona en agosto pasado, afirmaron que “no estaba bien” de la cabeza.

Indudablemente “la demencia” se manifiesta en todo tipo de forma en este mundo, reflejo de la mente que divide, separa, ataca y genera sufrimiento constante. ¿¡Hasta cuándo nos dejaremos llevar por “la loca de la casa”?!. Porque este caso es extremo, llevado a su máxima potencia, quizás. Pero el resto, todos nosotros, acaso ¿no blandimos nuestras armas contra otros, en la guerra continua de egos que creemos ser? Nosotros acaso, ¿no asesinamos con el pensamiento cuando rechazamos, atacamos y deseamos dolor?. Acaso ¿no asesinamos enjuiciando continuamente a ese “otro”, que ven nuestros ojos “sin mirar”, porque si miramos, nos vemos?!.

Silvina Garrido Hermann

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