Muchos jóvenes están considerando la posibilidad de migrar de Barcelona y las grandes ciudades de España hacia eco aldeas o pueblos abandonados del interior. Están organizándose para poder hallar la manera de generar producción e ingresos en esos lugares y van por ello.
El coronavirus cambió la fisonomía de Barcelona en este inicio de verano. Ya no se ven las terrazas colmadas de turistas. Los barceloneses pueden caminar tranquilos por las aceras, incluso, algunas casi desiertas en pleno centro de la ciudad. Y es que el cambio ha sido rotundo. Al menos hasta ahora, previo a que se abran las puertas al turista europeo a partir del 1 de julio. En estas vacaciones de visitantes extranjeros, en el comienzo de la “nueva normalidad”, se pueden disfrutar los sitios históricos y culturales, algunos gratuitamente y otros a bajo costo. Vivimos la recuperación de Barcelona para los residentes.
La falta de gente se pudo percibir sobre todo el miércoles 24 de junio, cuando los citadinos – que pudieron – se tomaron un fin de semana turístico para viajar al interior o a la Costa Brava, con motivo de la Fiesta de San Juan.
También llamada víspera de San Juan o noche de San Juan es la festividad del nacimiento de San Juan Bautista por parte del cristianismo. Se celebra del 23 al 24 de junio. Ese día marca la fecha en que, según la Biblia, nació San Juan Bautista. Los textos sagrados dicen que Zacarías mandó encender una hoguera para anunciar a los cuatro vientos el nacimiento de su hijo Juan. Por eso, la costumbre de hacer hogueras, arrojar fuegos artificiales y petardos, aunque este año las hogueras no estuvieron presentes.
El paso de la noche al día del 23 al 24 de junio es considerado por la creencia popular como un momento inmejorable para espantar los malos espíritus, las malas energías, romper con todo lo malo hasta aquí y hacer votos, pedir el cumplimiento de deseos de amor y prosperidad.
En la actualidad es la noche del cambio, el inicio del verano y se celebra con encuentros entre amigos, familia y vecinos para cenar juntos, encender fuegos artificiales y petardos. También para ir a la playa a medianoche, a bañarse, aunque este año por el coronavirus estuvo prohibido. El baño en el mar a la medianoche tiene ese sentido purificador para dejar atrás todo lo negativo e iniciar una nueva etapa con entusiasmo y alegría.
Y tal vez esta Verbena de San Juan nos esté abriendo a todos un cambio en nuestras costumbres, en nuestra forma de vivir hasta el coronavirus. Porque vivimos en un mundo que padece de una enfermedad mental totalizada, como dice Eckhart Tolle. El denominado “estrés”, que nos hace perdernos “el ahora” por viajar con la mente hacia el futuro, donde supuestamente se encuentra la felicidad nunca alcanzada. Quizás a partir del confinamiento vivido con motivo del Covid-19, empecemos a imaginar otra forma de vivir. Tal vez volvamos al único momento real y no imaginado: este momento.
Ciertamente, muchos ya hablan de las consecuencias post coronavirus a nivel laboral, con el afianzamiento de la modalidad del teletrabajo en las empresas, que traerá sin lugar a dudas mejoras en la calidad de vida. Aquellos trabajadores, que trabajen en este tipo de empresas que se permitan esta innovación, podrán ahora abandonar las grandes ciudades e ir en busca de una vida más tranquila y saludable en los pueblos del interior. La España vaciada ahora podría comenzar a revivir con la llegada de jóvenes y no tan jóvenes que vieron en esta crisis sanitaria y social una oportunidad para cambiar de hábitat y apostar nuevamente – como lo hicieron nuestros abuelos – a una vida más cercana al campo y los pueblos rurales.
Además, quedó comprobado que las grandes ciudades son centros urbanos más propensos al contagio de virus, a la contaminación y a la vida insalubre. Y muchas personas quieren ahora replantearse un modelo de vida mejor, reconectando con la naturaleza, en armonía con los recursos naturales. Muchos jóvenes están considerando la posibilidad de migrar de Barcelona y las grandes ciudades de España hacia eco aldeas o pueblos abandonados del interior. Están organizándose para poder hallar la manera de generar producción e ingresos en esos lugares y van por ello.
¿Se avecina una nueva humanidad a través de estos cambios? Atrás quedó el modelo antiguo de migrar del campo a la gran ciudad en busca de oportunidades profesionales y económicas. Las nuevas generaciones y hasta incluso quienes cursan su cuarta década, ahora priorizan la calidad de vida de las pequeñas aldeas, donde no hay que tomar transporte público, se utiliza energía renovable y, además, se respira aire puro.
Esperemos que el sistema administrativo y político acompañe a estos aventureros, emprendedores y valientes que se arriesgan a crear un nuevo modo de vivir. Y tal vez, sea la puerta a un nuevo modelo social y económico imperante. Y, en definitiva, el nacimiento de una nueva humanidad. Una más humana.
Silvina Garrido Hermann