LOS GRANDES MAESTROS

En España, cerca de 2 millones de personas adultas mayores viven solas en la actualidad, según la Encuesta Continua de Hogares (2018) del Instituto Nacional de Estadística. En su gran mayoría tienen más de 80 años y son mujeres. A diario se ven personas en la calle con movilidad reducida y afecciones psicosociales. Los adultos que aún no hemos llegado a ser mayores vemos como una eternidad ese tiempo que nos separa de ese futuro. Sin embargo, todo es muy pronto. Casi ahora mismo. Y el trato hacia ellos en la actualidad puede ser el que sintamos también nosotros a la brevedad.

Al detenerse a escuchar a uno de tantos abuelos que en la cotidianidad se cruzan en nuestro camino, podemos percibir ese sentir de soledad que esconde un fuerte pedido de amor casi como si fueran niños rogando la atención de la madre. Percibir esa vulnerabilidad que los hace especiales es un punto de encuentro con una sabiduría que no es de este mundo. Al menos así lo experimento.

Tienen ese poder de conexión con el flujo universal donde se sabe que la verdad no es este mundo que perciben los ojos del cuerpo. Es como si cada adulto mayor, si te abres a sentir la energía que emana de su interior, dejando de lado lo que pueden estar diciendo sus palabras o gestos, pudieras comprobar que hay un mensaje de silencio y paz profunda que nos trasmite un Poder Supremo, alejado del mundo, porque no es de este mundo.

Al atender a personas mayores en mi trabajo a lo largo de años, he podido conectar con esa energía. Desde un abuelo que me cuenta cómo enamoró a su mujer hace más de 60 años y que ahora ella padece de Alzheimer, hasta me recita una poesía dedicada a su amada en la juventud. O una abuela que su compañero ha fallecido y me cuenta esa unión que permanece con él más allá de la muerte. O mi madre y sus sufrimientos de antes y ahora, esa mezcla de sentires tan manifiestos a los 83 años, con la expresión física de limitaciones. Todos los casos irradian una belleza que no es de este mundo. Una inocencia y ternura que nos lleva a ese lugar común de amor y aceptación profunda.

Sin embargo, veo una sociedad alejada de esa conexión con los adultos mayores. Veo una sociedad desinteresada y discriminatoria para nuestros abuelos. Es “cosa de viejos”, se suele escuchar. No hacerse cargo como si no importaran es una práctica habitual incluso de gobiernos que los dejan abandonarse en cárceles grupales denominadas “residencias”. Muchos hijos y familiares que se desentienden de los abuelos de su familia, también los aislan. Algunos, otros no, por suerte.

Muy diferente eran las civilizaciones antiguas. Sobre todo comunidades de pueblos primitivos o aborígenes, donde ya tenían claro que los adultos mayores eran los sabios y su palabra era escuchada y venerada como un bien supremo que estaba en conexión directa con “el más allá”. Tal vez debiéramos aprender de la historia de estos antepasados.

Alguna vez alguien me dijo: “ellos solo necesitan ser escuchados”. Tan simple como real. Pero la escucha abierta y verdadera, que lleva a la comprensión profunda, a perdonar historias del pasado que cuenta la “mente pequeña” para poder percibir la verdad, la mirada del amor.

Nuestros adultos mayores son nuestros maestros, por eso el mundo del ego los rechaza, los discrimina, los ignora. Ellos son nuestra guía a la verdad, a la visión espiritual y amorosa que nos une a la Sabiduría Universal.

Hoy, mi homenaje y bendición es para ELLOS, que como los niños y los animales, siento que son la manifestación más próxima a ese flujo divino. Al menos para mí. Agradezco percibir esa belleza que no conoce de tiempo y que inunda de amor a todas las cosas del mundo.

Silvina Garrido Hermann

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