LA SUPREMACÍA DE LA VIDA

Nos hemos alejado tanto de la verdad en nosotros que casi no podemos reconocer qué es lo prioritario y que no. La economía de unos pocos es más importante en este mundo que la vida de todos. Ya ha quedado comprobado luego de esta pandemia trasmitida de animales a humanos a través de la alimentación.

Y a todo esto, el hombre carnívoro no es natural. Sin garras, con un solo colmillo y con un intestino largo. Sin embargo, culturalmente y económicamente así nos han trasmitido de generación en generación. Es importante comer carne y nos hemos dejado llevar por esa premisa sin cuestionarla, sin explorar otras formas de nutrición.

Es más fundamental la economía – según el sistema capitalista-consumista que nos rige – que la vida de todo ser que habita en el planeta. Hemos permitido matanzas, sacrificios y barbarie. El hombre todopoderoso en busca de dinero es capaz de matar a cuanto ser vivo se cruce en el camino con tal de arribar a su meta de poder. El dinero ha pasado a ser el dios terrenal.

A lo largo de la historia, se ha ido adornando la justificación de asesinatos generalizados a través de las guerras en nombre de Dios. Y esta excusa religiosa ha sido sustituida por una económica. Entonces se han elaborado – y se elaboran – los grandes negocios con sus consecuencias dibujadas de beneficios y disimulado su lado oscuro, en contra de la vida. La vida no se aprecia tanto como el dinero. Así es que surgen estos intercambios entre poderosos con bombas y platillos, haciendo que siempre pierda el más indefenso.

Argentina ha anunciado un primer acuerdo con China para pasar de producir 7 millones de cerdos por año a empezar a producir 100 millones. A principios de julio, la cancillería argentina difundió una acercamiento entre el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto y el Ministerio de Comercio de la República Popular China anunciando una «asociación estratégica» entre ambos países, referida a la producción de carne porcina con una «inversión mixta entre las empresas chinas y las argentinas» para «producir 9 millones de toneladas de carne porcina de alta calidad», lo que «le daría a China absoluta seguridad de abastecimiento durante muchos años».

Ya es sabido y denunciado que el sufrimiento es constante en estas granjas de cerdos. Los animales que viven hacinados luchan por escapar de los cubículos donde permanecen encarcelados, mordiendo y lesionándose entre sí, unos a otros, ante la falta de libertad. ¿Qué hace el hombre entonces? Aumenta su tortura arrancándoles los colmillos y la cola ya que es lo primero que se lesionan.

Al difundirse la noticia de este principio de acuerdo entre China y Argentina, enseguida se encendieron las alarmas. En menos de cuatro horas se juntaron miles y miles de adhesiones a una campaña para evitar la instalación de granjas industriales de cerdos. Se trata de la convocatoria denominada “No queremos transformarnos en una factoría de cerdos para China, ni en una fábrica de nuevas pandemias” (http://accionesbiodiversidad.org/archivos/305). Numerosos artistas, activistas, periodistas y abogados ambientalistas advierten que estas granjas podrían tener los mismos efectos ambientales del monocultivo de soja transgénica.

La sensibilidad por mantener la vida, en la forma que sea, está haciendo que cada vez sean más las personas que toman consciencia y se lanzan a manifestar su protesta y rechazo contra este tipo de negociados “genocidas” de animales.

Si al menos observáramos un poco más a los cerdos, seguramente se nos quitarían las ganas de comer jamón. Son animales cariñosos, curiosos, intuitivos. Su inteligencia es superior a la de un niño de tres años. Son amigables y leales como los perros.

Pero más allá de sus características, son una manifestación más de la vida. Con lo cual, constituyen una forma de vida más que expresa la divinidad en sí misma, creados por un Creador, una Fuente de Vida Universal. Por eso, ¿qué podría valer más que la vida?.

Silvina Garrido Hermann

Spread the love