TÚ ERES EL VISÓN

Si el ser humano creyera que debe destruir todo el planeta para salvarse él, lo haría. De hecho lo hace. Indudablemente, el hombre sigue construyendo su supremacía ante el resto de seres vivos en el planeta. Cree que es el dios de todos ellos y decide quién debe seguir vivo y quién no. Pareciera increíble que en pleno siglo XXI esta idea de sí mismo, aún, perdure.

A lo largo de la historia de la humanidad hemos pasado las guerras más surrealistas, pero lamentablemente experimentadas. Motivos tales como la creencia religiosa, de un solo dios o de muchos; motivos económicos como avanzar en territorio enemigo para apoderarse de las tierras, bienes o legados ajenos, haciendo efectivo el sometimiento de un pueblo a otro para la obtención de tierras cultivables o recursos económicos. Motivos culturales como destruir y hacer desaparecer naciones, comunidades identificadas con costumbres y tradiciones determinadas. Causas políticas o ideológicas, a favor o en contra del gobierno de turno.

Más allá de las razones – o sinrazones -, las guerras se han originado fundamentalmente en la codicia, en el deseo de obtener un bien material, riqueza económica, o un bien inmaterial como el poder de unos sobre otros. El ego ha hecho hasta aquí un festín de motivos considerando siempre la “necesidad” de abatir al enemigo, en defensa propia. De esta manera, encuentra la justificación perfecta para blandir las armas con el fin de herir, matar y hacer desaparecer todo aquello que no encaja con él.

Desde los inicios de la humanidad – más allá de si fue en las sabanas africanas o en el mar, como se cree– el exterminio de formas de vida siempre tuvo el pretexto que el ego halló en cada momento para destruir todo lo que creía poder estar amenazándolo.

De hecho, la matanza de animales es algo que aún continúa con el pretexto de “necesidad alimenticia” para el ser humano. Así es como queda justificada la aniquilación masiva de animales para consumo humano, en la creencia en la superioridad del hombre sobre el resto de la creación. Sin embargo, ya son numerosos los profesionales de la salud del mundo entero que recomiendan comer solo verduras y frutas y dejar a un lado la carne, los lácteos y las harinas, sugerencia que avalaría la teoría de que el hombre no es carnívoro por naturaleza. No tiene garras como los mamíferos y tiene el intestino largo como los herbívoros. Y si su mandíbula tiene dos colmillos solamente es porque está destinado a comer frutos de mar e insectos, pero nunca para asimilar carne de mamíferos.

En esta cadena de eslabones de matanzas generalizadas de humanos y animales, con diferentes motivos “supuestamente justificados”, el siglo XXI sigue sumando ejemplos donde nuevamente el ego se hace presente ante “la necesidad de hacer desaparecer algo que lo amenaza”.

Esta semana la noticia corrió por los noticieros. Aragón sacrificará a 92.700 visones de una granja para prevenir el coronavirus, siguiendo los pasos de los Países Bajos. Incinerarán a la totalidad de los visones, de una explotación de La Puebla de Valverde, en Teruel, España. El 85 por ciento de ellos fueron infectados.

Según cuenta la crónica, la iniciativa está basada en “la ley nacional de sanidad animal”. Parece una broma. La determinación del exterminio fue anunciada por el Consejero de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente. Otra broma.

Las autoridades fueron más allá aún. Explicaron que en esa granja de peletería – los visones son convertidos finalmente en abrigos de piel – detectaron en mayo que siete de sus trabajadores habían contraído el Covid-19 y que habían contagiado a los animales. Sin embargo, la vía contraria, es decir, el contagio de este animal al ser humano, no se ha podido comprobar.

Igualmente, como “forma de prevenir” se mata a mansalva a 92.700 visones. Se los incinera.

Para el ego, esto puede estar justificado, seguramente para algunos lectores, también. Pero si la vida hablara por sí misma, seguramente diría que todo es una broma de mal gusto. Si fuera este el camino de evitar contagios, entonces ¿habría que matar a toda forma infectada?

La vida es vida. ¿Hasta cuándo seguiremos sin respetarla ni honrarla?.

Tal vez sea necesario que pase esta humanidad basada en el ego.

Silvina Garrido Hermann

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