
En este mundo de cambios continuos, donde nada es duradero, me pregunto: ¿qué permanece? Las relaciones se quiebran, los trabajos finalizan o se renuevan, los vecinos no son los mismos en el tiempo o fallecen, nos mudamos a otras ciudades o países, las amistades se distancian (las verdaderas y las que no, terminan).
En este mundo de separación continua, donde el sistema te dice que debes competir para ganar y no importa si alguien queda en el camino, si hay cabezas que “cortar”; en este mundo desinteresado donde todos parecemos “anestesiados” sin compadecernos ni sensibilizarnos por el dolor -ni siquiera digo del prójimo- de quienes nos rodean, “algo” debe haber que permanece.
¿Y qué permanece detrás de toda esta vorágine? Haciéndome esta pregunta se me ocurren dos ideas. Una me lleva a correr la cortina para poder ver el fondo, la esencia. Y otra, me aproxima a pensar o imaginar una nueva etapa que ya estaría gestándose en la humanidad.
Vamos por parte. Cuando digo “correr la cortina o el velo” quiero decir que podríamos estar en el umbral del despertar. Esta sociedad donde cada vez el hombre se centra más en “su propia nariz” pareciera ser el nivel más alto de individualismo o uno de los más altos y quizás esté próximo al estadio de transformación, próximo a “correr el velo”, próximo al umbral que lo separa de su verdadera identidad, que claro está -cada vez más- no es “el ego”. La prueba es que el resultado de éste siempre es inevitablemente el sufrimiento.
En cuanto a estar cerca de una nueva etapa en la humanidad, mi sensación me lleva a imaginar que se avecina -o ya está aquí- “la autogestión del hombre”. Es decir, quedó atrás la época en que otorgábamos todo el poder a otra persona para que solucionara nuestros problemas.
En la actualidad, el médico es alguien a quien acudimos -aunque en época de pandemia esto es casi irreal- solo en casos extremos. Ya muchos hemos tomado consciencia sobre el cuidado del cuerpo y estamos iniciándonos en el camino de la autogestión de nuestra salud a través de una dieta saludable, ejercicio y vida al aire libre. La salud digital donde las consultas son telefónicas no parece ser muy certera ya que poco puede diagnosticar aquel médico que no observa a su paciente.
Muchos de nosotros estamos más conscientes de nuestro cuerpo. Ahora escuchamos más nuestros latidos. Casi como nuestros abuelos y bisabuelos hacían antaño cuando con remedios caseros, ayunos y lavajes colónicos manejaban sus malestares. Nos sentimos más confiados en nosotros mismos porque logramos establecer “una comunión” con nuestro cuerpo, en busca de armonía. Aunque obviamente toda regla tiene sus excepciones.
Y qué decir de nuestros pensamientos y emociones. Antes otorgábamos nuestro poder al psicólogo y/o psiquiatra para cambiar nuestra tristeza, ansiedad, miedo, depresión y demás males emocionales. Algunos tal vez se evadían momentáneamente con medios químicos que el propio sistema permite: alcohol o tranquilizantes. Aún hay quienes perseveran en ese camino o en las religiones. Sin embargo, otros muchos hemos decidido tomar otros rumbos como terapias espirituales, meditación, yoga, mindfulness, no dualidad, advaita, un curso de milagros y otras tantas herramientas mucho más saludables y eficientes.
En otro ámbito, si hablamos de educación, los tiempos también cambian. Hemos dejado atrás el contacto directo entre profesores y alumnos, la modalidad presencial casi ya es pasado. Estamos optando por la enseñanza virtual, donde si bien el docente puede ir guiando al alumno, es necesario una disciplina mayor de éste para que el aprendizaje sea efectivo, incluso, en ocasiones, de manera autodidacta.
En cuanto al trabajo, ya no hay mucho que decir ya que se puede intuir. Cada vez son menos los trabajos en relación de dependencia y no hay para todos. En esta situación socioeconómica crítica, la iniciativa del hombre en diseñar nuevos senderos de supervivencia hacen que esté más conectado a la fuente y al poder creativo para idear sus propios emprendimientos en servicio de la sociedad.
Todo este panorama que, a simple vista puede significar un camino “inconsciente”, en verdad podría llegar a ser todo lo contrario. En la instancia cúlmine del individualismo el paso siguiente podría ser la autogestión y el autoconocimiento, el sendero que tiempo atrás ya muchos señalaron. El renombrado “conócete a ti mismo” del Templo de Apolo en Delfos, que recordamos hoy gracias a Platón.
La Tierra, entonces, podría estar dando a luz al hombre de la autogestión y el autoconocimiento. Posiblemente el hombre nuevo sea quien se deje guiar, ya no por el ego, sino por el espíritu. El tiempo lo dirá…
Silvina Garrido Hermann