El temor que ya forma parte de la cotidianidad, el cual algunos aceptan y continúan su rutina, mientras que otros pasan a ser “carne de cañón” del enemigo invisible al permitir que él se apodere de sus mentes. Igual, seguimos adelante.
La lluvia cayó como bendiciendo una tierra sufriente. Fueron varios días de agua intermitente del cielo, trayendo un paisaje gris que se mezcla con el dolor y la tristeza de miles y miles de familias golpeadas por esta situación desconcertante. La glamorosa Barcelona con su arquitectura gaudiana que ya nadie visita, con sus bares y restaurantes apagados, olvidados, con las ramblas y terrazas desiertas, con su cosmopolitismo enjaulado, con sus múltiples idiomas casi callados, entre paredes.
Mientras tanto, los políticos siguen sus idas y venidas en una Europa que aún falta legitimar como comunidad. “Nos enfrentamos a un desafío histórico que merece una respuesta europea histórica”, aseguró el presidente, Pedro Sánchez, y agregó que “el marco financiero europeo resulta insuficiente” por lo cual “debemos aspirar a más recursos”.
Así vamos los habitantes de la antigua Al-Ándalus transitando en la incertidumbre del día después. Mientras tanto los países ven ahora el lado oscuro de la globalización y dudan sobre cuál será la respuesta a este panorama, si “el sálvese quien pueda” o “la unión nos hará grandes”. El siglo XXI se ha convertido en una gran incógnita.
En tanto, sigue la rutina asfixiante de este mundo detenido, donde la única oportunidad de libertad motriz es ir al supermercado, disfrazados como nunca hubiéramos imaginado en juegos de infancia. Y el supermercado es la oportunidad de callar la radio y la televisión con sus cifras de muerte y enfermedad que perforan cotidianamente el corazón.
A la palestra, el debate sobre el desconfinamiento de los niños menores de 14 años. Atrás quedó la decisión primera de solo acompañar a sus padres al supermercado, al trabajo, a la farmacia o a los bancos. Ahora podrán salir a pasear cumpliendo el distanciamiento social.
Y como si todo fuera poco, en el escenario aún persisten los ecos de la declaración calificada como “errónea” del jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, general José Manuel Santiago, en relación a “minimizar el clima contrario a la gestión de crisis por parte del gobierno” y aclarar posteriormente que solo se persiguen “los bulos, no la crítica política”, por lo cual la libertad de expresión queda asegurada.
A todo esto, el gobierno decide una nueva prórroga del estado de alarma hasta el 9 de mayo, previéndose para mitad del mes próximo una desescalada gradual para la puesta en marcha de las actividades, tras la crisis de la Covid19.
En tanto, el circo sigue. Un ex presidente en plena cuarentena sale a hacer su rutina de caminata diaria para mantener su estado físico, mientras que un alcalde es arrestado por conducir de noche con signos de ebriedad, lo cual desencadena indudablemente su posterior renuncia.
Sin embargo, y por suerte, hay otros ejemplos de representantes a imitar verdaderamente. Jimera de Líbar, es un pueblo enclavado en pleno Valle del Guadiaro, en la provincia de Málaga, que cuenta con poco más de 300 habitantes. Su alcalde, Francisco Javier Lobo Caballero, sale todos los días a realizar gestiones bancarias, médicas, compras de supermercado, además de repartir mascarillas, para sus vecinos. Se lo ve a diario con las bolsas de compra de mercadería llevando los alimentos y medicamentos a los abuelos del pueblo que reciben casi emocionados su atención solidaria.
Más allá del paisaje y sus pinceladas, tal vez los humanos debamos intentar por otro camino. Tal vez sea la gran oportunidad de ver al mundo y a nosotros mismos de otra manera. Y quizás la música, nos ayude para expresar al menos nuestro sentir y así poder liberar nuestra mente de este escenario inédito.
¿Quién me ha robado el mes de abril?, canta Joaquín Sabina y ese sentir apuñala el alma de los españoles. Pero no duele por el tiempo, que en verdad es solo una ilusión. Duele por los ausentes, por los momentos no compartidos, de amigos, familia, conocidos. Esos encuentros que todos añoramos para darnos un abrazo.
“Que no arranquen los coches, que se detengan todas las factorías, que la ciudad se llene de largas noches y calles frías. Que se enciendan las velas, que cierren los teatros y los hoteles, que se queden dormidos los centinelas en los cuarteles”, y tantas letras más.
Pero, ¿cuál sería la canción para poder expresar nuestro interior en este momento? Un solo sonido basta para derramar una lágrima que nos hace sumergirnos en las emociones y ser rehenes de éstas por momentos, para luego resurgir aceptando el momento.
Una estrofa viene a mí para sintetizar lo más profundo. “Con las alas del alma desplegadas al viento, desentraño la esencia de mi propia existencia sin desfallecimiento, y me digo que puedo, como en una constante, y me muero de miedo, pero sigo adelante.” Como la compositora argentina, Eladia Blázquez, todos podemos cantar acerca del miedo que sentimos en nuestras células y que se apodera de nuestra mente en este mundo de opuestos, de paz y de guerra, de risa y de llanto, de cielo y de infierno, pero seguimos adelante. El temor que ya forma parte de la cotidianidad, al cual algunos aceptan y continúan su rutina, mientras que otros pasan a ser “carne de cañón” del enemigo invisible al permitir que él se apodere de sus mentes. Pero igual, seguimos adelante.
La música y el silencio, son nuestros aliados, en este mundo que hoy nos muestra un “desconocido”, al que se adjudica la condición de “amenazante”. Con la música hemos bailado seguramente y hemos imaginado otros escenarios, pero el silencio sigue ahí, de fondo.
El silencio, el testigo de todo.
Tal vez sea necesario volver a él y lograr percibir el mensaje que nos trae.
Silvina Garrido Hermann